Cuenta Genette que no recuerda si en Bernard Shaw o en Mark Twain leyó una historieta sobre si Shakespeare tenía un hermano gemelo, lo cual viene a cuento de los viejos rumores de que Shakespeare no es Shakespeare sino otro que se llama Shakespeare, y todo el nudo de la historia radica en que uno de los hermanos se ahogó y no se sabe si era William u otro que se llamaba William. No sé ustedes, pero yo no le veo la gracia; ni sé a quién de entre todos los que estamos detrás de esto echarle las culpas. Lo sentimos.
Los bártulos que cargo sobre mis hombros –más, mucho más adentro que las 43.591 neuronas (sí conozco el número y el tamaño exacto de mis limitaciones) con las que bostezo o me entusiasmo o esbozo una sonrisa cómplice, cada vez que en un texto reconozco algo, sin certezas, que ya he visto antes– este pesado equipaje, que acarreo por domicilios ajenos, habitaciones por horas, estos bártulos embarazosos, pesadísimos, sobre mis hombros... Dentro, muy dentro y antes de mí.
13 febrero 2006
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