Me alquilo para hacer tesis, monografías, proyectos de fin de carrera, novelas cortas o largas, relatos para concursos, nadales o planetas... Tarifa única 6000 euros, un millón de pesetas de las de antes. Usted pone lo más difícil: su nombre y su biografía; además firma los autógrafos y concede las entrevistas, lo cual es siempre una pesadez. Si vivió un exilio cubano o una bohemia mayodelsesentayocho en Paris, hizo bachillerato nocturno o tenía un padre autoritario y le escribió en una carta todo lo que no se atrevía a decirle en persona, si hizo un viaje a la India, si es bibliotecario y se está quedando ciego, si tiene o tuvo experiencias con la heroína, un alcoholismo con décadas de solera, un incesto en la adolescencia, si tenía colgado un póster del Che, si realizó un viaje al final de la noche, es judío y escapó de Auschwitz, es palestino y le echaron de Gaza, tuvo un padre que lo abandonó o le maltrataba, si de tanto leer se volvió loco, si su marido le pegaba, si realizó estudios de letras o sintió una vocación tardía por la literatura, si la novia que le dejó para irse a California y su madre (o usted) era ama de casa, si una mañana despertó convertido en insecto o estuvo en la División Azul o durante mucho tiempo se acostó a una hora temprana, si todavía recuerda cuando su padre la llevó a ver la nieve, tuvo romance con una actriz de la nouvelle vague o Jane Seberg o con Alain Delon cuando todavía merecía la pena, si es un hijo de prostituta, si es un experto en copla española, si pasó por una juventud, una infancia sórdida, fue colaboracionista, o traidor o héroe de la patria, si le desaparecieron o le torturaron, si tuvo relaciones homosexuales en la universidad, una carrera diplomática, un papá abogado, una temporada en la cárcel o una madre ninfómana, si ya no lee y quema los libros de la biblioteca de su casa... No lo piense más: la literatura lo está llamando. Buena suerte.
Los bártulos que cargo sobre mis hombros –más, mucho más adentro que las 43.591 neuronas (sí conozco el número y el tamaño exacto de mis limitaciones) con las que bostezo o me entusiasmo o esbozo una sonrisa cómplice, cada vez que en un texto reconozco algo, sin certezas, que ya he visto antes– este pesado equipaje, que acarreo por domicilios ajenos, habitaciones por horas, estos bártulos embarazosos, pesadísimos, sobre mis hombros... Dentro, muy dentro y antes de mí.
15 febrero 2006
Las viejas prostitutas de la historia
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