22 febrero 2006


¿Quién fue el primero? ¿Quién inventó la rueda? ¿Y la flecha, el endecasílabo, el soneto, los pendientes, la llave, los espaguetis carbonara, el rap, el código mercantil y la picana y los best-sellers y el método Ogino? ¿Quiénes eran Hammurabi, Homero, Ossian, Émile Ajar, la señorita O, Per Abad, o Jesucristo García..?
No, no me lo digan. No quiero saberlo.
Estalla una guerra, o una revolución, o se levanta el pueblo contra el tirano. Y todos, sin excepción, debemos elegir.
Hay quien duerme tranquilo por las noches, colabora discretamente con el invasor, el dictador o los militares, denuncia discretamente nombres, o patenta tiritas, vacunas contra la malaria o mapas genéticos, ondea banderas, trabaja para una multinacional o se convierte en poeta oficial y saluda marcialmente.
Y hay quien se echa al monte, reparte folletos anónimos, o firma una carta de denuncia o se une a manifestaciones silenciosas.
No, no se me hagan ilusiones: éstos siempre andan dando avisos de bomba o levantándose la tapa de los sesos.

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