
Es un hecho incuestionable, y espero que nadie intente siquiera refutarlo, que Homero, ese gran impostor que se hacía el ciego, calcó literal, necesaria y deliberadamente, con el agravante añadido de hacerlo in extenso, los pasajes más significativos de la obra de James Joyce y de otros muchos, tantos que no los nombraremos por carecer aquí del espacio suficiente. ¿De dónde creían si no que le viene tanta frescura y tanta vigencia, tantos y tan audaces recursos vanguardistas, demasiados para un oscuro poeta maldito, del que apenas ya si recordábamos nada aparte del nombre, muerto con toda probabilidad entre la miseria y el olvido hace ya más de dos milenios y medio?
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