
-Ah, Heráclito, bienaventurada sea tu culpable inocencia... Nunca dejarás de ser un hipócrita redomado y un optimista. No cesarás jamás de repetir hasta la eternidad todas estas sandeces y yo me veré obligado a escucharlas hasta el fin de los tiempos. El dolor de cabeza que me produjiste ayer, me lo repetirás otra vez mañana. Cambiarán los nombres y nos contarán las mismas patrañas. Las primeras y las últimas palabras de los hombres son siempre idénticas. Pobres excusas para no mojarse en el río, que hace frío y no tengo alma para cambiarme; después vendrá otro de tu calaña y dirá lo mismo, lo cual será igualmente insufrible y acabaréis por volverme loco. El sabio reconoce al burro de la noria como un hermano de fatiga y condena. Por lo demás, esto carece de importancia y ya todo te lo dije mañana.